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COMO UNOS 350 terremotos después
nuestro ministro de Industria, Turismo y
con escasa Energía, José Manuel Soria,
sugirió que a ver si todo esto al final no iba
a ser por lo del gas.
Es posible que además de esconder el
bulto y esperar a que saliera de la chistera
un conejo y no un castor, acabara
justificando su falta de reacción con que en
esta España tan trémula, donde el terremoto
va por dentro, no sea fácil hacer conjeturas
sobre tembleques en las casas, sobre todo si
se producen a la hora del telediario.
Pero cuando parecía que el tantarantán
colectivo también se lo iba a imputar a cierto
nerviosismo con la subida de la factura de la
luz, va el tío y se pega un baño de micros, a
lo Fraga en Palomares, haciendo malabares
con los informes preceptivos para demostrar
que no le debía temblar el pulso a él, sino a
sus antecesores de Medio Ambiente, y
diciéndole a la gente que con ACS estén
tranquilos, que ya verán como se le pasan
los escalofríos en un periquete. Además
quién puede sospechar de Florentino Pérez,un tipo tan entrañable que lo mismo cumple
el sueño de un niño de Gales que se lía a
enchufar gas a 1.750 metros de profundidad.
En política lo bueno de las catástrofes
naturales es que vienen sin avisar, como el
terremoto de Lorca, y solo son un engorro
cuando avisan porque te pueden salir por un
pico, de 1.272 millones de euros como es el
caso. Mientras tanto siempre puedes hacer
como Rajoy, agarrarte a unos hilillos y rezar
porque el chapapote no te estampe en la
cara, como bien están haciendo y parece que
harán con las prospecciones petrolíferas a 30
millas de Ibiza, ya saben, esa islita entre
Lorca y Vinaroz.
Rajoy por si acaso se quedó estos días a 60
de Fukushima, desde donde gritó que los
temores de radioactividad son infundados, lo
que provocó que se abriera una grieta que
vertía al mar a 200.000 becquereles por litro.
Lo malo de ser un político a lo Shin-chan,
y vivir con el culo al aire, es desconocer la
expresión tierra trágame, agarrarse a la silla
e ir a por la siguiente, que fue soltar que en
España ya solo se habla de cuán grande va a
ser la recuperación, y horas después se te
muera de inanición un vagabundo en un
albergue de Sevilla. Claro que Rajoy no es
una eminencia en energía nuclear, y aquello
de la central se pareciera más a un quedar
bien en casa ajena. Aunque en lugar de
hablar de uranio, que seguramente le sonaba
a central rumano del Getafe, bien podía
haberse limitado a elogiar el arte japonés,
como la famosa estampa de la ola gigante de
Kanagawa por encima del monte Fuji. O
bueno, mejor que no.