HE IDO A cortarme el pelo, sólo las puntas, que para algunas cosas soy más bien del cambio tranquilo. Ya sé que el comienzo es muy poco prometedor, pero vamos a ver si remontamos. Voy desde hace años a una peluquería de señoras pijas, de esas que si gobierna Podemos deberán abandonar las instituciones, en cuanto les digan dónde están las instituciones. Toni, mi peluquero, podría ser la persona con la que más hablo de política, aunque sólo sea cada tres meses; igual que en la tienda de la señora Catalina, la charcutería en donde más se debate el tema catalán. Lo que me lleva a pensar que si comiese menos jamón y me dejara el pelo más largo estaría incapacitado para ejercer la profesión.

Desde la primera planta de un edificio de La Marina, Toni mira por la ventana e igual te detecta un bajón de temperatura que un vuelco electoral, del que acostumbra a informarme al oído y con el secador encendido, mientras yo finjo buscar micros en la cestita de rulos.

El candidato es secreto, en EL MUNDO