Fue una reacción instintiva. Me sumergí en las redes sociales tras sorprenderme la muerte de un amigo a una edad en la que lo que le tocaba es casarse con su chica o besarle la tripa. Escarbo en sus redes sociales como un antropólogo ante un cadáver prehistórico hallado en el hielo, sin encontrar pistas de su deterioro físico. Apenas cosas que acabaron en su estómago, paisajes y escenas que corresponden al modo de vida de nuestra especie.
Ahí seguía, abrazando a su novia por la espalda, sin que ella parezca darse cuenta, como un fantasma feliz, en una eternidad sin actualizaciones de estado. También me topéocon dos bromas macabras. Su silencio a decenas de felicitaciones de cumpleaños apenas tres semanas antes de su muerte, incluso la del típico, «con algo de retraso, pero muchas felicidades». Y su respuesta a un mensaje del curro con un «estoy de baja unos días», cuando ya sabía que horas después lo que seguiría a su baja no era el alta.

‘Estoy de baja unos días’, en EL MUNDO