Pocas horas antes de viajar a un congreso de columnistas en Valladolid recibo un mensaje de Soto Ivars que me descubre que llevo años publicando textos que proyectan una imagen de mí que poco tiene que ver con la realidad: «Deseando que llegues. No encuentro cocaína en Valladolid». En ese momento me preparé para lo mismo que le soltó una chica a Jabois: «Mira que hay gente que cuando la conoces personalmente te decepciona, pero contigo ya es la hostia». Aunque pronto descubrí todos estábamos dispuestos a enterrar para siempre elmalditismo.

Del periodismo trasnochador, de prosa con copa y ceniceros, hemos pasado a redactores centrados en bajar la media maratón de una hora cuarenta y cinco. Lo más difícil fue explicarle a alumnos de primero de periodismo que fotografiar tiburones en el mar, haber sobrevivido a un accidente de tren o haber cobrado por error un dinero de la banda terrorista ETA son cosas que me habían sucedido en el transcurso de una vida apacible y más o menos anodina. De hecho uno de ellos soltó la frase más canalla de las jornadas cuando confesó que tanto él como cuatro colegas se habían matriculado en periodismo solo por lo buena que estaba Lorena G. Maldonado.

Cita a ciegas en EL MUNDO