Me encontraba en la isla de Tenerife y quería ver ballenas. Ya sé que el comienzo no es muy prometedor pero vamos a ver si remontamos. Dormía en casa de la jueza de Podemos Vicky Rosell, ya os dije que remontaba, y me pasaba los días buscando actividades con las que entretener a una novia por el Puerto de la Cruz.Una noche, leyendo anuncios por palabras del periódico, descubrí unos barcos que se alejaban unas millas de la costa para ver ballenas.
Como no tenía ni idea de si era época de ballenas decidí llamarles para hacer la consulta. A finales de los 90 las llamadas de móvil a fijo eran bastante caras, y le pedí a Vicky usar el teléfono de su casa. Pero para mi sorpresa, la jueza y su entonces marido, también juez, se miraron con preocupación, y se produjeron varios segundos incómodos, tras los que Vicky accedió apostillando: «Si es una llamada cortita…».

Hay ballenas, en EL MUNDO