Tengo una amiga que amontona en su joyero un macabro botín, anillos de pedida. Tiene tres. Todos con sus diamantes y una historia de amor cuya crueldad engordaba con la edad del dedo. Cada pretendiente se había dejado más de dos mil euros en la joyería. Luego uno se arrepintió, otro la engañó, y el tercero se casó con ella diez meses. Hasta ayer pensaba que era la colección más triste del mundo.
Hace tres años me hice una foto con dos amigos. Acababa de llegar de Tailandia y les regalé unos shorts de lucha tailandesa muay thai. En la foto están borrachos y llevan los shorts por encima de los pantalones. Al otro lado de la imagen se reían sus novias, que a las pocas semanas, o a los pocos minutos, se volvieron ex novias.