El pasado noviembre, 10 días después del segundo aniversario del 9-N, Cataluña transitó por una de las tardes más angustiosas de su historia. Artur Mas inauguraba en Montoliu una calle sin salida, la primera dedicada a la consulta soberanista. Horas después el Barça regresaba al Camp Nou, y a Messi le dolía la barriga.
La reivindicación independentista del minuto 17 y 14 segundos fue un susurro en la primera parte y se suspendió en la segunda. La invocación a los dioses del secesionismo que se había colado en el videojuego FIFA 15 se diluía a este lado de la consola. El Barça no podía con el Málaga, y la independencia no iba a desatascar el tapón en la frontal del área. Ni siquiera podía cumplir su promesa más accesible: la felicidad. El Camp Nou fue el chiste de Forges del camarero frente a la máquina de café, cuando le dice al cliente: «¿Lo prefiere con federalismo asimétrico o con soberanismo sensu stricto?». «Con leche; yo con leche».

Por las Sorlingas, en EL MUNDO