Habían matado a uno. De aquellas mataban a muchos. Estábamos en un bar en Pamplona algunos estudiantes de periodismo leyendo los periódicos, pero fue el camarero el que elogió la portada de El País porque era la única en la que el asesinado por ETA estaba tapado con una manta. A ninguno se nos había pasado por la cabeza elogiar la portada de El País. Llevábamos tanto rato mirando periódicos que teníamos las manos llenas de tinta de sangre y pincho de tortilla. Se me cayó la cara de vergüenza, por lo menos hasta que salí del bar y me metí en una redacción, años después, donde todo lo aprendido me devolvía al mismo sitio. A llegar primero, a que no mostrar la realidad con toda su crudeza es no mostrar la realidad, frases cortas, con orificio de entrada y salida, sin adjetivos, sin mantas.

La profesión te incapacita para cualquier debate deontológico. Tienes que trabajar, lo que implica pensar rápido, lo que implica pensar mal. Y entonces vuelves a la Facultad como cuando llamas a tu madre para que te recuerde cómo se asustan las lentejas. Mi profesor de Proyectos Periodísticos Miguel Ángel Jimeno sigue donde lo dejé: «Me preguntan si soy partidario de herir la sensibilidad del ciudadano. Lo soy«.

No me enseñes más postales, en EL MUNDO