NO SÉ SI se habrán dado cuenta, pero nada de esto hubiera ocurrido si no fuera por culpa del kendo, también llamado camino del sable. Un simple vistazo a las enseñanzas de este arte marcial japonés practicado por el juez Castro permite descubrir que interrogar a una infanta es una nimiedad para alguien acostumbrado a disfrazarse de samurái, calzarse un bogu (armadura) y pegar palos con una katana, evitando siempre que te golpeen demasiado fuerte en el tare (protector pélvico).
Solo las enseñanzas taoístas y una muñeca debidamente adiestrada en dar cera y pulir cera es capaz de golpear con la fuerza de 227 folios y la sintaxis que exige una Fiscalía al acecho de cualquier alejandrino con sinalefa.