SUPONGO que el objetivo de que las decisiones más importantes que afectan a los ciudadanos se tomen en Europa es que no las tomemos nosotros; pero muy especialmente, que se tomen aquellas que no nos afectan en absoluto, como decidir que los eurodiputados curren cuatro días al mes; cobren 6.200 euros y tengan otros 21.000 para contratar a su propio personal, que puede incluir a su mujer y a sus hijos; o lo de la pensión de 1.250 euros desde los 63 años a partir cinco de servicio, incluyendo la fatigosa jornada en la que votaron no dejar de volar en business.
En mi barrio, sin embargo, las decisiones más importantes que afectan a los ciudadanos se toman en la tienda de la señora Catalina. Allí se construye una Europa sin cuotas entre fiambres, yogures, y cajas de bragas con fondos estructurales; se cosen bajos y matrimonios, se busca un pintor y se encuentra curro; la deuda se paga para cuando puedas, que tú ya sabes, y otra deja el crío apalancado entre las lechugas de la política agraria común, que dice que vuelve enseguida. El otro día la señora Catalina confesó que se había levantado euroescéptica, a lo que otra clienta le respondió que ya no tenía edad pa eso, y hubo que aclararle que la señora Catalina no se había levantado Eurodisney.