LO QUE no sabía Jaume Matas cuando Mayor Oreja dijo aquello de que la nueva prisión de Palma iba a ser «el termómetro de la sociedad balear» era que luego le iba a tomar la temperatura por el recto.
Haber inaugurado la prisión en la que vas a ingresar tiene sus cosas buenas y sus cosas malas. Entre las buenas podría apuntarse que como tu nombre aparece en la placa de la entrada, el funcionariado debería tener más facilidades para identificar al recluso, que sin embargo en este caso permanece escondido en la maraña burocrática, aprovechando que la jurisprudencia aún no ha incluido los trámites administrativos entre los riesgos de fuga.