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MI BARRIO, Can Escandell, ha entrado de lleno en la modernidad. En Ibiza, al revés que en el resto de barrios del mundo, no se entra en la modernidad por la arquitectura o por un avance tecnológico reseñable, sino que la modernidad se inmiscuye sorpresivamente por la red de alcantarillado. Ningún barrio de la capital oficiosa de las Pitiüses puede presumir de considerarse moderno mientras su red de alcantarillado no se haya desbordado con la lluvia más insignificante. Entonces, todas las inmundicias del barrio salen a la luz, comienzan a discurrir impunemente por las aceras, donde acaban adheridas para siempre, abandonando una película grisácea de un par de centímetros, que pronto entrará a formar parte del calzado del vecindario, y de los pantalones del vecindario.
«Usted inequívocamente no es de Ibiza». «¿Pero cómo lo ha adivinado?». «Pues porque lleva usted unos pantalones admirablemente impecables». El aroma se acomoda en las casas, y es entonces cuando uno, al principio desorientado por el coliforme y la náusea, puede llegar a decir: «¿Pero qué es ese olor tan terrible que viene de la calle?». «¡Es la modernidad!», tendrá que advertirle una vecina.