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ARRASTRO COMO una maldición el hecho de que todas las amigas de mi mujer sean preciosas. Este lance, unido al de vivir en Ibiza, te obliga a verlas casi desnudas con cierta frecuencia, y al mismo tiempo a mantenerte atento a las conversaciones. Esta semana he abierto un grupo de whatsapp en el que las he metido a todas y he empezado a decirles cosas a espaldas de mi mujer.

Suelo currarme los cumples: un reloj en París, un colgante de Tiffany’s en Nueva York. Yo no sé lo que haría el tal Grey, pero creo que mi mujer prefiere un reloj a que la azote en el culo; o por lo menos que la azote en el culo con el lazo que envuelve el reloj.

La frase perfecta, en EL MUNDO