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ALGUNOS MATICES separan a Eugenio, condenado a ocho meses de prisión por matar a palos a su caballo, de ser un maltratador a ser un artista o el protagonista de un festejo. Los medios justifican el fin de una tortura según sea en el ruedo o en la privacidad de una cuadra; si es el cabreo por perder una carrera o una cita histórica con las fiestas del pueblo.
A Eugenio le faltó el aplauso, a Eugenio le faltó la motivación artística, a Eugenio le faltó encomendarse a la Virgen, un traje típico, juguetes para desangrar, una especie diseñada para la muerte. Demasiadas cosas para que el derecho penal no abriera un abismo entre la prisión y el arte para la misma foto finish de ojos y lengua de través. Se condena la gratuidad de las conclusiones, que sea la venganza y no el hambre o el espectáculo lo que hizo girar nuestro hábitat natural de muerte por tortura.