Por casos como el de Quimi Portet es por lo que a muchos nos cuesta tomarnos en serio la causa catalana. Le pasa sobre todo a los nacionalistas gallegos y vascos, que cada vez que se ven obligados a mirar al Mediterráneo, o a Twitter, se encuentran con que el soberanismo está en manos de locazas folklóricas esperando iniciar la revolución con un chiste de Eugenio: «Saben aquel que dice que es un tio que llega a un bar..».
Mi paisano Juanjo, ahora para siempre el camarero de Quimi Portet, tampoco se tomó en serio la causa catalana. En nuestros lares apenas se sabe de un pueblo al que le encanta hacerse fotos con dron, con cierta vocación de circo del sol. Decenas de medios se pusieron en contacto conmigo por ser el único periodista que había hablado con él, pero no había más que el servicio desafortunado de un camarero. Ni rastro del vecino de Trives que desafiaba la creación unilateral de estructuras de Estado.