UNO NO sabe lo que quiere en la vida hasta que le ofrecen disparar a una vaca con un bazoca. Ocurre en Camboya todos los días, donde la industria turística trabaja para inventar nuestros deseos, a la vez que da salida al excedente de los Jemeres Rojos.
Cuesta explicar por qué uno se va de vacaciones y siente la necesidad de lanzar una granada, o de disparar un Ak-47 contra unos arbustos. Pero si el ser humano genera dudas, el ser humano de vacaciones carece de esperanza. De ello se ha aprovechado la firma rusa Kalashnikov, que acaba de abrir una tienda de souvenirs en el aeropuerto de Moscú con réplicas de sus modelos más conocidos.