La paternidad es un estado mental que se alimenta con miedo. El miedo te ayuda a mantener a tu hijo con vida al tiempo que consume la tuya. El miedo ha permitido fabricar una industria que te anima a sospechar de las vacunas, de su tos, de una mancha en las extremidades, de la leche en polvo, de una postura al dormir que provoca deformidades craneales, y de un juguete con una rana modular que atrofia la vista. Internet te instruye en el miedo, y un buen día te descubres siguiendo los cinco pasos para descubrir si tu bebé será gay o superdotado, si fumará porros, si es hiperactivo, o autista, o agnóstico, o neoliberal. Incluso si puede ver a los muertos.
Es así. Una buena mañana caes en la página equivocada y crees que estas criando a la Carol Anne de Poltergeist. Lo compartes con tu mujer. Las miradas al vacío se vuelven sospechosas, y ya no digamos al televisor apagado. Compruebas si baja la temperatura.