Pocas semanas después de que Jaume Matas pusiera en marcha la televisión pública de Baleares, el nacido en Ginebra Fernando Schwartz entrevistaba a Iñaki Urdangarin. Ya sé que esta primera frase serviría para abrir un procedimiento, pero lo cierto es que esto es solo el calentamiento. En ella, además de reconocer que en la Familia Real se «pegaba sello», e incluso «muchos sellos» porque tenía cuatro hijos; y de bromear con Belén Rueda sobre que andaba «un poquito apurao«, y que le buscara algo en el mundo del cine, el momento cumbre se produjo cuando Urdangarin trató de explicar a qué se dedicaba.

«Yo presido en la mayor parte de mi tiempo laboral un instituto de investigación, lo que desarrollamos son investigaciones y proyectos en el área de estrategia de la empresa, relacionado en un campo muy concreto que es el tema del patrocinio, el mecenazgo y la responsabilidad social». La cara de Schwartz debió ser un poema porque inmediatamente Urdangarin trató de explicarse mejor. «En definitiva, asesoramos a empresas o a instituciones que realmente quieran alinear con su estrategia de negocio pues… todo el dinero que dan a los temas de patrocinio, mecenazgo o responsabilidad social». El mensaje no podía ser más inquietante, Urdangarin no hacía nada, al menos nada que pareciera legal, y lo que es peor, no lo sabía. Muy hábil Fernando Schwartz no le pidió que pusiera un ejemplo para evitar que entrara en plató la Udef, pero sí que trató de escurrir el bulto preguntando si era un poco como lo que hacía Jorge Valdano, al que Urdangarin libró de una imputación diciendo que no, y eso que aleccionaba a directivos con mensajes que parecían basados en discursos de Ana Botella: «Si sumamos dos ositos y tres manzanas el resultado es nada. Yo lo quiero todo, los ositos y las manzanas».

Urdangarin se da a la fuga en EL MUNDO