Da miedo hasta contarlo. Escribo esta columna con 39 años pero cuando la lean tendré 40. Como soy el pequeño de cuatro hermanos mi padre tuvo que informar a mi madre susurrándole al oído: «Si Ricardito tiene 40 cuántos tendremos nosotros». Reconozco que yo tampoco me lo estoy tomando demasiado bien. Hasta he pensado en ir a ver a Gustavo, mi psiquiatra, pero últimamente cada vez que acabo una frase deja el boli y me aplaude, como si fuéramos un grupo parlamentario. En realidad solo quiero preguntarle si es muy grave no tener ganas de apuntarme a boxeo, ni interés por la moto, ni paciencia para la amante, y la suficiente vergüenza para la guitarra eléctrica.
Soy consciente de que he consumido la mitad de mi vida, pero esto no es como en el fútbol, que bajas al vestuario, haces pis y te refrescas antes de volver al campo aunque solo sea para maquillar un resultado, principalmente porque necesito seguir haciendo pis a las cinco y media de la mañana.
El viejo y el mar, en EL MUNDO