Eso de que crecer es aprender a despedirse lo sabemos los que hemos sido niños del Barça. Es como criarse en el orfanato de Las normas de la casa de la sidra, que te despides desde la ventana de Maradona, de Ronaldo, de Figo. Y por la noche te quedas en la cama imaginando su destino, que suele parecerse al que describía el personaje de John Cusack en Alta Fidelidad: «Nadie en la historia ha disfrutado tanto del sexo como tú con otro en mi mente».
En el Barça uno aprende enseguida que existen dos clases de amor, el que no es correspondido y el que no es eterno. Ella se va con otro y tú te quedas con tu cabeza de cerdo. O con Archibald en el caso de Maradona, o con Anderson en el caso de Ronaldo, o con Overmars en el caso de Figo. Con este último el Barça tuvo que hacer el mayor desembolso de su historia para que al menos la falta de talento fuera compensada con sentido del humor.
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