Marc. 44 años. Informático en paro. Mono, no sé, normal, me contaba mi amigo Adrià. En una de las fotos del Tinder solo salía de cara, pero luego había otra en una fiesta, y otra en la que hacía como si pilotara una lancha. Nos gustamos, me cuenta. Vamos, que se produjo el match, que dice esta app de citas. Empezaron a hablar, primero por Tinder, pero luego se dieron el móvil para whatsapear. Con el paso de los días la cosa fue subiendo de tono y Marc propuso de quedar. Adrià dijo que sí, pero por problemas de agenda la cosa se acabó demorando un mes. En concreto hasta el 1-O.

Hasta entonces no habían hablado de política. ¿Para qué?, me dice Adrià. Hablaban de lo mucho que tenía que currar, de todo el tiempo libre que tenía Marc. Se mandaban fotos. El día de la cita Marc se animó a preguntar una obviedad. Y ya se sabe lo que pasa con las obviedades. Se lo dijo una vez Cruyff a un periodista: «Si hubiera querido que me entendieras me habría explicado mucho mejor». Así es que Marc le preguntó: «¿Has podido votar?». También añadía un «buff, vaya tela nano», y adjuntaba la noticia de la chica a la que la policía rompió tres dedos, y que resultó ser falsa.

Sexo o independencia en EL MUNDO