Cada día estoy más convencido de que Dios o el universo nos manda señales. Lo que pasa es que no sabemos verlas, o no nos da la gana de hacerles caso, como en esa comedia en la que el protagonista le pide a Dios que le mande «una señal» que le indique que no debería engañar a su mujer con el pibón que le está esperando a solo unos metros, y entonces se produce un pequeño terremoto, y cuando acaba el protagonista sigue mirando al cielo e insiste: «Solo te pido una señal».
De todos los personajes de ficción que existen, siempre he querido ser el Benicio del Toro del final de ‘Traffic’, sentado en la grada mirando a los niños jugar al béisbol, o en mi caso viendo a mi hijo jugar al fútbol, aunque cada vez estoy más convencido de que esa imagen nunca llegará a producirse.