No sé si esto es una columna o una llamada de auxilio, pero no encuentro niñera para Iago. No es por nosotros, es por él, o más bien por prescripción matrimonial. Mi psiquiatra dice que tenemos que tener nuestro espacio, lo que se traduce en intentar salir a cenar al menos una vez a la semana, aunque a duras penas fingimos que nos apetece una vez cada dos meses. Cada vez que llegaba Andrea solo queríamos irnos a dormir al coche. Una noche volvimos destrozados y presumiendo de fiestón. Al pagarle me devolvió avergonzada más del doble del dinero. Sólo habíamos estado fuera 75 minutos.

Ahora Andrea ha conseguido trabajo fijo en una guardería, cambió de novio. Un día empezó a hacerse fotos en bikini y ahora tiene 11.000 seguidores en Instagram. No creo que vuelva, y eso que no paro de darle likes. Como tampoco aquel pintor que se parecía a Orlando Bloom y mi mujer ya no sabía qué mandarle pintar.

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