La charanga tenía ciertas carencias. Principalmente que solo se sabían una canción, lo que no impedía que la repitieran una y otra vez mientras recorrían el pueblo durante la alborada, que en San Lorenzo de Piñor podía prolongarse hasta primera hora de la tarde. Por suerte las fiestas solo eran una vez al año, lo que no impidió que, «si Adelita se fuera con otro…», se incrustara en mi cerebro desde los once hasta los dieciocho años. Hay gente a la que le hace gracia que se le meta una cancioncilla en la cabeza. A mi amigo Mariano, sin embargo, le obliga a tomarse unas gotitas de Rivotril para no entrar en convulsión.

San Lorenzo de Piñor era una especie de Sentinel del Norte por el que transcurrió mi infancia y adolescencia con el corrido de la revolución mejicana de banda sonora, como en una peli de José Luis Cuerda. La charanga se llamaba Os Escachapeitos, traducido «Los Quebrantapechos», y eran lo más parecido que he conocido a la Santa Compaña. También eran lo más parecido que he conocido a un tribunal popular, ya que se negaban a tocar frente a las casas que no habían pagado la cuota de la comisión de fiestas. Entonces bajaban los instrumentos y hacían un escrache silencioso, mientras el resto de vecinos tomaba nota desde el balcón. Saber tocar un instrumento, en Piñor, era mucho más valioso que formar parte del Consejo General del Poder Judicial.

Y si Adelita…, en EL MUNDO