Tiene cierta lógica enamorarse a primera vista en un restaurante de comida rápida, incluso si ya te estás marchando. A veces uno cree que si no queda comida en el plato y ya tiene la chaqueta puesta está libre de cometer una infidelidad.

El problema no es mirar, que también. De hecho Lur y yo miramos muchísimo. Y nos damos codazos. Debemos tener los húmeros llenos de surcos como la escalinata de mármol que baja a la cripta de la catedral de Santiago. Supongo que hay un punto intermedio entre la infidelidad bisexual de los Underwood, y lo que viene a ser una simple comprobación de las constantes vitales de tu pareja, ya sea para conservarla o para escribir ficción; tanto la inventada como la que vive la realidad de tu cabeza y paga la guardería.

Infidelidad rápida en EL MUNDO