No es que sea antivacunas. Simplemente no estoy pasando por un buen momento. En concreto, el momento de ponerle a Iago la tetravírica de los tres años, contra el sarampión, la rubeola, parotiditis y varicela; y que probablemente me lo deje durante veinticuatro horas como Jack Nicholson al final de ‘Alguien voló sobre el nido del cuco’.

Pero el problema no es ese, sino que Iago está a punto de generar su primer recuerdo, pediátricamente ubicado en los tres años y cuatro meses de media y, de ser la inyección, no me apetece salir en los títulos de crédito.

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